Cosmovisiones filosóficas y puntos de partida en cada época histórica


A lo largo de las distintas edades históricas podemos encontrar ciertas cuestiones que han preocupado y motivado el pensar de la humanidad. Estos temas han sido: la cuestión acerca de Dios, la cuestión sobre el mundo y la cuestión del hombre. Los filósofos y pensadores de todos los tiempos se ocuparon de dar respuesta, o intentarlo al menos, a estos interrogantes. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué podemos conocer? ¿Podemos conocer a dios? ¿Qué es dios? ¿Qué es la realidad? ¿Qué es el mundo? Aunque hayan cambiado los tiempos y los lugares, los idiomas y las formas de responder, los temas centrales siempre han sido los mismos: Dios, mundo y hombre. En las distintas épocas se le dio más importancia o, mejor dicho, se enfocó y se puso el acento en unas cuestiones sobre otras.

Veamos ahora entonces qué lugar ocuparon estos problemas, como punto de partida de comprensión de la realidad, en las distintas épocas en que podríamos dividir a la historia de la filosofía:

En la Edad Antigua, es decir para los griegos, el mundo era el punto de partida de comprensión de la totalidad de lo real. Desde el mundo (cosmos) era comprendido el hombre y los dioses que vivían en él. El mundo era todo lo que existía, era el ser, la totalidad de lo existente, y por esto era sagrado. Los mitos fueron la fuente de la comprensión de ese todo ordenado que asombró a los primeros pensadores occidentales llevándolos a reflexionar racionalmente sobre los fenómenos naturales que acontecían a su alrededor. Para la mayoría de los pensadores de esta edad es posible y necesario conocer la verdad para poder alcanzar el bien y la belleza.



En la Edad Media Dios es el punto de partida de comprensión de la realidad. Dios es el Ser, el creador y regulador del mundo y de todo lo que hay en él. Dios es trascendente al mundo y opuesto a él como creador frente a la creatura. La ciencia fuerte será en esta época la teología, y todo el conocimiento, la moral y la política, girará en torno a Dios. Dios es la verdad, el bien y la belleza, los tres trascendentales del Ser. De este modo verdad, belleza y bien son absolutos.



En la Edad Moderna se da una ruptura con lo divino y con el mundo natural, pasando a ser el punto de partida el hombre (sujeto) desde el cual se explicará todo lo demás. El hombre buscará ocupar el lugar que ocupaba Dios. Por lo tanto creará verdad y decidirá que es el bien. El sujeto por más que lo intente no logrará salirse de sí mismo (solipsismo). Hasta esta edad el hombre conocía la verdad, ahora producirá generalizaciones empíricas; amaba el bien, ahora tratará de practicar lo que...
...considere individualmente como bueno; y finalmente, gozaba de la belleza, ahora la apreciará. Verdad, bien y belleza dejaron de ser absolutos como en la edad media, para volverse contingentes, es decir, sujetos a un espacio y tiempo determinado, y a un individuo o grupo de individuos establecido. Fruto de esta independencia de lo trascendente, absoluto y necesario, surgen los Estados modernos como un intento del hombre por tomar las riendas del mundo social. De esta independencia surge también la dominación del mundo natural.



En la Edad Contemporánea el sujeto tiende a desaparecer, a disolverse. Ya no existe sujeto propiamente hablando porque no existe ni Dios ni mundo que le sirvan de referencia. Los Estados nacionales y las instituciones modernas en general entran en crisis. El punto de partida de comprensión de toda la realidad será la relación. Lo único que queda es la pura relación, ejemplo de esto es el lenguaje, regida por la lógica del poder, por ejemplo la economía y la política entre otros ámbitos.



Las cuestiones tratadas en cada época son similares, los temas repetitivos, las soluciones radicalmente diferentes.

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