Cuando la educación se convierte en un mero trabajo

Ya los antiguos griegos habían visto la importancia de la educación para la vida social y el crecimiento de los individuos como partes constituyentes del Estado. La educación ha sido un tema importante desde los comienzos de la civilización occidental, formando a niños y jóvenes en vistas a su perfección para el bienestar general y su propio beneficio.

Por desgracia los ideales educativos no siempre se han llevado a la práctica por intereses tan altruistas como estos. Ejemplos hay a lo largo de toda la historia. Los tiranos del mundo antiguo, los monarcas de la edad media, algunos enciclopedistas e ilustrados de la modernidad, y algunos políticos e instituciones de nuestro tiempo.

Cuando el fin de la educación no es la formación integral de la persona y su perfeccionamiento en vistas al bien común, se transforma en un medio de dominación, control y adoctrinamiento, funcional a determinados intereses relacionados con el poder. Más allá de las épocas históricas pasadas, que nos determinan y constituyen lo que somos hoy, en nuestro tiempo el ideal educativo está lejos de ser altruista dependiendo de los vientos económicos y políticos.

La educación se ha convertido en el medio por el cual los grandes grupos económicos forman productores de bienes y servicio por un lado, y por el otro, consumidores ávidos de nuevos objetos a consumir. Para esto es necesario que haya una estrecha relación entre estos grandes grupos económicos y los poderes políticos que gobiernan los Estados. Quien tiene el dinero gobierna, y quien no lo tiene busca quien lo tenga para que le ayude a gobernar. De esta manera el poder político y el poder económico están, como siempre, ligados. Y lo que tienen en común es el poder.

Dicho esto podemos adentrarnos en el tema del presente post: la educación como mero trabajo. Una contradicción patente, entre tantas, que invade los colegios e instituciones educativas es la oposición vocación-trabajo. El educador movido por ideales altruistas ejerce su profesión por vocación. Esto no quiere decir que no pueda vivir de eso, como sucede en realidad, sino que, justamente por esto y por el excelente servicio que brinda al bienestar general de la sociedad, debería ser mejor reconocido, al menos económicamente.

En fin, es mucho pedir para una sociedad que piensa con las coordenadas de costo-beneficio. La educación no produce bienes ni servicios, produce personas, ciudadanos, profesionales, etc. Es un proceso que demanda años de ejecución para lograr resultados inciertos que, las más de las veces, no son apreciados por  aquellos que intervinieron en dicho proceso. Al ser la educación un proceso que...
...demanda demasiado tiempo, sin equivocarnos podríamos decir, toda una vida, es visto como algo engorroso e innecesario, un gasto inútil para la sociedad del clic. Todo debe estar al alcance de un clic, todo ha de ser instantáneo. Pero la educación no es así.

En esta realidad cultural el educador debe ir a trabajar todos los días. Él mismo vive en esta realidad, y con esta realidad se enfrenta al pararse frente a sus alumnos, al hablar con los padres de dichos alumnos, al tratar con sus pares, con la dirección de la institución, con el ministerio de educación, etc. Se le exige al educador infinidad de cosas, que sea multifunción, como si fuera uno más de los aparatos tecnológicos de última generación. Y por otro lado que enseñe por vocación, que en el repertorio actual significa: “por amor al arte”. Que se desgaste hasta que no pueda más, hasta que sea reemplazado por otro que desee ocupar su lugar.

Ante esta opción muchos educadores que seguramente son tales por vocación, toman la opción de asumir su tarea como un mero trabajo. Un trabajo técnico en el que se imparten ciertos contenidos, se sigue una receta magistral dada por una autoridad incompetente que nunca dio una clase, y listo. Problema resuelto. Queda esperar a fin de mes y cobrar el miserable sueldo por la labor realizada. La mentalidad de fondo pareciera ser: “si no puedes contra ellos, úneteles” ...y consíguete otra cosa. El educador pierde toda motivación y por ende la creatividad necesaria para transmitir saberes y valores a niños y jóvenes.

Las consecuencias de esto son lamentables. Los jóvenes no aprenden otra cosa que los contenidos objetivos del saber específico que se imparte en cada asignatura, y muchas veces ni siquiera eso. La formación no es integral sino fragmentada, muchas veces incoherente, y casi siempre vacía de valores éticos y morales.

En nuestra cultura los valores que rigen son los de renta sostenida y acumulación de capital. Los educadores que dejaron de luchar contra el sistema, que perdieron la vocación y asumieron la tarea educativa como un mero trabajo, solo esperan cobrar a fin de mes y cobrar todos los meses, no trasmitir valores y saberes. Los alumnos aprobar la materia y no aprender nuevos conocimientos y crecer como personas. Quizás en esto se encuentre la fuente de tantos problemas sociales actuales, de la falta de los valores de honestidad, respeto, tolerancia, justicia, igualdad, etc. Si los niños y jóvenes no aprenden en sus casas estos valores, y si tampoco los aprenden en la escuela, ¿Dónde los aprenderán?

La escuela, como las demás instituciones modernas, está en crisis. Parte de esta crisis es la pérdida de sentido de los educadores, fruto del maltrato que reciben de parte de aquellos que deberían valorar su quehacer. Cuando la educación se convierte en un mero trabajo deja de ser educación y pasa a ser adoctrinamiento. No hay más vueltas que darle. Un adoctrinamiento vacío que espera ser llenado por la vorágine de los cambios contemporáneos, por el clic instantáneo, por las redes sociales y el internet, por la virtualidad. En definitiva, por todo aquello que desvíe la atención del problema real.

Sin una educación integral de calidad fundamentada en los valores profundamente humanos, la humanidad perderá lo que le queda de humanidad. Seremos sujetos susceptibles de manipulación sin ser al menos conscientes de ello. Del educador depende una parte, y solo una parte, de nuestro futuro como sociedad y como humanidad.

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