La religión en la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel

En el sistema de pensamiento hegeliano, la religión ocupa el lugar anterior al saber absoluto. Esto se ve claramente en la organización de su libro la “Fenomenología del Espíritu”, en donde el saber absoluto, como cumbre del proceso dialéctico, se encuentra al final del libro. Antes de éste se encuentra la religión en su triple manifestación. A saber, como religión natural, como religión del arte, y finalmente, la superación y conservación de las anteriores, la religión revelada.

La religión, si bien no es el saber absoluto, es ya la presentación de la verdad especulativa. Es el espíritu que tiene conciencia de sí, aunque todavía no sea autoconsciente de sí mismo. La conciencia que toma sobre sí mismo un pueblo en la historia, es lo que puede expresar una religión. La religión, al igual que el saber, se va desplegando en el tiempo, y así como encontramos una historia del desarrollo de la verdad, o del proceso de autoconciencia del absoluto, así también encontramos un proceso histórico, dialéctico, de la religión, pasando por los tres momentos ya antes nombrados.

“El espíritu total, el espíritu de la religión es, a su vez, el movimiento que consiste en llegar, partiendo de su inmediatez, al saber de lo que él es en sí o de un modo inmediato y en conseguir que la figura en la que el espíritu se manifiesta para su conciencia sea completamente igual a su esencia y se intuya tal y como es.”[HEGEL, G.W.F., Fenomenología del espíritu, FCE, México, 2003, p. 398.]

No es todavía saber absoluto porque el conocimiento que el espíritu tiene de sí mismo es a través de la representación, y justamente por esto el arte es un momento necesario de toda religión. En la religión hay, según el mismo Hegel, una representación anticipada del pensamiento filosófico, ya que esta presenta un contenido verdadero aunque disfrazado bajo la forma de la representación y por tanto se aparece a la comunidad religiosa como un contenido ajeno o extraño. De esta forma será necesario superar este momento, que dará lugar al saber absoluto, al concepto sin representación alguna.

La autoconciencia en la religión se nos aparece como una conciencia desgraciada que proyecta más allá de sí misma su ideal de libertad. De esta manera encontramos como problema fundamental de este proceso dialéctico, la relación entre conciencia finita y conciencia infinita, conciencia que se representa el espíritu infinito, y el espíritu infinito en sí mismo. La religión es la autoconciencia del espíritu absoluto, representada por el espíritu finito.

Ahora bien, el espíritu de la religión es un espíritu efectivo, es decir que tiene conciencia de sí aunque no se sabe aun como espíritu, a diferencia del espíritu que se sabe como espíritu y que por tanto es autoconsciente de sí. El espíritu solo es absoluto en la medida en que...
...se sabe a sí mismo, pero su manifestación en la religión es todavía imperfecta porque aparece revestida bajo el velo de la representación. La conciencia religiosa es siempre la conciencia de una comunidad, un pueblo particular en un momento determinado de la historia, y como representación de la conciencia finita del espíritu infinito, no es aun el espíritu absoluto. El espíritu de la religión es todavía espíritu en el mundo. Esto quiere decir que la conciencia religiosa es imperfecta porque se sirve del mundo como signo y símbolo del espíritu absoluto.

La forma suprema de religión será la religión revelada porque en esta el espíritu se da a sí mismo como es en su esencia. La dialéctica general de la religión constituye una revelación progresiva del espíritu en sí mismo. El primer momento corresponde a la religión natural en la cual el espíritu se sabe inmediatamente. El segundo momento es aquel en el cual el espíritu se sabe en la naturalidad suprimida, por tanto religión estética. El espíritu ha devenido en finito, es el mismo una obra. Finalmente el tercer momento, es el de la religión revelada en la cual los dioses griegos son sustituidos por el Dios cristiano. El espíritu se sabe como en sí y para sí mismo.

La religión natural

La religión natural corresponde al primer momento del desenvolvimiento del espíritu en la religión. El espíritu se aparece en ella bajo la forma del ser inmediato. Diviniza los objetos naturales tales como la luz, las plantas, los animales, los astros, y es de esta manera que Hegel la llama también la religión de luz. Son predominantemente las religiones orientales. La certeza espiritual inmediata es sustituida por la percepción de las formas naturales divinizadas. En esto reside el panteísmo primitivo donde todas las cosas finitas son dios.

En la religión natural podemos encontrar tres momentos de su devenir hacia la religión del arte. Estos tres momentos son según Hegel: la esencia luminosa, espíritu en su forma inmediata, carente de toda figura y abierto a fortuitas determinaciones; luego, la planta y el animal, en la cual el espíritu va adquiriendo conciencia de su ser para sí abstracto; finalmente, el artesano, en la cual el espíritu se produce a sí mismo como objeto, pero sin llegar a captar el pensamiento de sí, sino que simplemente su trabajo es un trabajar instintivo.

“El candor de la religión de las flores, que es solamente representación carente de sí mismo del sí mismo, pasa a la seriedad de la vida combatiente, a la culpa de la religión de los animales, la quietud y la impotencia de la individualidad intuitiva pasan al ser para sí destructor”.[Ibídem., p. 404]

El artesano unifica lo natural y lo autoconsciente, “…la oscuridad del pensamiento emparejándose con la claridad de la exteriorización, irrumpen en el lenguaje de una sabiduría profunda y de difícil comprensión”. [Ibídem., p. 407.] De esta manera encontramos, según Hegel, las pirámides y los monumentos del antiguo Egipto, como muestras de la conjugación de líneas y planos, en donde el espíritu se va haciendo autoconsciente a través de la cultura egipcia.

Lo finito y lo infinito se oponen en este primer momento, la religión natural o inmediata, sin poder reconciliarse, de esta forma lo infinito, lo absoluto se presenta bajo la forma del amo, y lo finito, el hombre, bajo la forma del esclavo. Este momento de la religión corresponde a los pueblos incivilizados e insociables siempre en lucha los unos contra los otros, identificados con la bestialidad de determinados animales. 

La religión del arte

Este es el segundo momento del desarrollo del espíritu de la religión. La religión del arte es el saber de sí del espíritu ético, es el espíritu sustancial de una ciudad que ha superado el estado salvaje de la naturaleza, aunque todavía no ha alcanzado la abstracción y la subjetividad. Las costumbres de la ciudad son obras de todas y de cada uno a la vez. La religión del arte es una demostración de la sed que tiene la conciencia del hombre de lo infinito, y a su vez, es la autoconciencia del espíritu como humanidad finita.

La evolución de este segundo momento de la religión es el transito o paso a la subjetividad abstracta, al puro concepto. Por tanto será necesario purificar a la conciencia. Para esto encontramos en la religión del arte tres momentos de su devenir. En primer lugar, la obra de arte abstracta, en donde el espíritu ético se aparece bajo la forma de puras figuras divinas; en segundo lugar, la obra de arte viviente, donde el hombre pasa a ser la figura de lo divino en fiestas y juegos; y en tercer lugar, la obra de arte espiritual, donde el espíritu se encuentra en el lenguaje, ya sea en un primer momento en la epopeya, luego en la tragedia, y finalmente en el comedia. 

“La primera obra de arte es, como la inmediata, la obra abstracta y singular. A su vez, tiene que moverse, partiendo del modo inmediato y objetivo hacia la autoconciencia y, de otra parte, esta autoconciencia para sí, tiende, en el culto, a superar la diferencia que primero se da frente a su espíritu y a producir con ello la obra de arte vivificada en ella misma.”. [Ibídem., p. 410.]

Con anterioridad planteamos el problema de la superación de la separación de lo humano y lo divino. Hegel encuentra la clave de esto en el culto, mediador entre exterioridad e interioridad, entre esencia y autoconciencia. El culto purifica al sí mismo humano y lo conduce a la participación de la beatitud. Por tanto el resultado de la unidad de lo humano y lo divino, y es en el culto también, donde se da el paso de la obra de arte abstracta a la obra de arte viviente. Es ahora el  hombre mismo quien se presenta al hombre sabiéndose uno con la esencia divina. De esta forma vemos las representaciones antropomórficas de los dioses del mundo griego en lo que serán las epopeyas en el próximo momento de la religión del arte, obra de arte espiritual. También podemos observar esto en los bellos gimnastas en los que: “Su pueblo no es ya, pues, consciente en él de su particularidad, sino que es más bien consciente de haberse despojado de ella y es consciente de la universalidad de la existencia humana”. [Ibídem., p. 421.]

Ahora bien, el elemento en el cual la interioridad es tan exterior como la exterioridad es interna, es el lenguaje. Es el lenguaje lo que unifica lo infinito y lo finito. Es en el lenguaje donde la religión del arte espiritual va a recoger los dos momentos anteriores en la epopeya, la tragedia y la comedia.

El mundo de la epopeya está marcado por la separación entre los dioses y los hombres, unos arriba y otros abajo. De allí el problema de la unión entre estos dos extremos, lo divino y lo humano, donde los dioses son hombres superiores y los héroes son dioses mortales. Los hombres y los héroes están sujetos al destino y al capricho de los dioses.

“Los dioses son los bellos individuos eternos que, descansando sobre su propio ser allí, se hallan sustraídos al pasado y al poder extraño. (…) Los dioses son lo universal y lo positivo frente al sí mismo singular de los mortales, que no puede hacer frente a su poder…” [Ibídem., p. 424.]

Las potencias que se enfrentan en la tragedia son las del derecho divino y el humano, la familia y la ciudad. El hombre pelea contra los dioses, toma conciencia de su destino y trata de cambiarlo sin más resultado que la impotencia de no poder hacer nada. Esto se ve claramente en la tragedia de Edipo, en la cual por más que trataron de burlar al destino, el destino se cumplió tal y como estaba previsto.

“La conciencia ha puesto en claro esta oposición [saber y no saber de los dioses] por medio de la acción; obrando con arreglo  al saber revelado, experimenta el carácter engañoso de este saber y, al entregarse con arreglo al contenido  a un atributo de la sustancia, ha ofendido al otro y ha dado a éste el derecho contra ella.”[Ibídem., p. 429.]

La debilidad de los dioses y de los hombres es el origen de la comedia. Lo divino que estaba separado de lo humano tanto en la epopeya como en la tragedia, en la comedia se unifican completamente aunque lo único que subsiste es lo humano y contingente, pretendiendo ser potencias universales. El pueblo ha perdido su divinidad e ironiza sobre el mismo y sobre sus dioses en la comedia.

En resumen, la religión no es el saber absoluto sino que es anterior a este. El saber absoluto es aquel saber que el espíritu tiene de sí. Ahora bien, el espíritu llega a este saber por medio de innumerables purificaciones a lo largo de su devenir, y alcanza su absolutez en la medida en que se sabe a sí mismo, que es autoconsciente. Pero, en la religión, es todavía imperfecto aun, porque aparece revestido bajo el ropaje de la representación sensible.

La conciencia religiosa es siempre conciencia de una comunidad, de un pueblo particular. Ahora, el problema es cómo conciliar la conciencia religiosa que se representa al espíritu infinito, y el espíritu infinito en sí mismo.

El devenir del espíritu en la religión posee tres momentos de su desenvolvimiento de lo inmediato a lo mediato. El primer momento corresponde a la religión natural en la cual el espíritu se sabe inmediatamente. El segundo momento es aquel en el cual el espíritu se sabe en la naturalidad suprimida, por tanto religión estética. El espíritu ha devenido en finito, es el mismo una obra. Finalmente el tercer momento, es el de la religión revelada en la cual los dioses griegos son sustituidos por el Dios cristiano. El espíritu se sabe como en sí y para sí mismo.

Dentro de la religión natural Hegel desarrolla tres momentos, el de la esencia luminosa, el de la planta y los animales y el del artesano. Luego en la religión del arte encontramos la obra de arte abstracta, la obra de arte viviente y la obra de arte espiritual. Dentro de esta última se encuentran la epopeya, la tragedia y la comedia. Finalmente sigue la religión revelada, que no hemos tratado en este trabajo, que culmina el proceso de la religión, para dar paso luego al saber absoluto. Se puede ver en este proceso como el espíritu en su devenir, va ganando abstracción y concretitud a la vez hasta llegar a la máxima expresión correspondiente a la religión revelada, al Dios cristiano. Pero este es un tema para otro trabajo.

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