Civilizaciones y barbaries o civilidades y barbaridades

Nos ha tocado vivir en un tiempo que, por los muchos síntomas o características que muestra, podríamos caracterizarlo como "bisagra", tiempo de cambios, de transición de una época a otra, y si no es para tanto, de un paradigma a otro, aunque esto podría ser signo de un cambio de época. En fin, el propósito de este post es reflexionar sobre la humanidad en este presente que nos envuelve. Para ello nos detendremos en algunas características o elementos que se nos presentan como patentes en la actualidad, tales como la violencia y la agresividad, el profundo egoísmo junto con un marcado individualismo, la falta de proyectos a largo plazo y la exaltación del instante, el hedonismo extremo y la disolución de la identidad personal y comunitaria. 

La oposición entre civilización y barbarie es una construcción claramente moderna. Por un lado, aquel grupo normado, poseedor de la verdad y la técnica para sustentarla; y por otro lado, aquellos que se encuentran fuera del primer grupo, aquellos que no muestran un orden claro, al menos para los "civilizados" que son los que crean la oposición en primera instancia. Sin embargo, retomando y resignificando estas categorías podríamos decir, en primer lugar, que no hay una civilización sino múltiples y variadas, y en segundo lugar, que no existe una barbarie sino multiplicidad de ellas. A su vez deberíamos hablar, tal vez, de civilidades y barbaridades o mejor aún de conductas civiles y conductas bárbaras. 

Así entendida la cuestión tenemos a aquellos cuyas conductas se adecuan a la vida social, aquellos que respetan a los otros y son respetados por ellos, aquellos que reconocen para sí y para los demás tanto derechos como obligaciones, aquellos que se preocupan no solo por el bien particular sino también por el bien general, en definitiva, aquellos que trascienden su propia individualidad reconociendo a los demás como iguales. Estos serían los civilizados o aquellos que al menos muestran conductas civiles. Otro es el caso de los "bárbaros", aquellos que solo se preocupan por sí mismos sin tener en cuenta a los otros, a menos que sean necesarios para satisfacer alguna necesidad, real o creada, exclusivamente propia, aquellos que no respetan a nadie más que a sí mismos y en el mejor de los casos, aquellos que solo reconocen derechos para sí dejando las obligaciones para los demás, aquellos que exaltan la individualidad, la búsqueda hedonista del placer y el rechazo de toda forma de dolor, incluido el esfuerzo, algo propio de la vida, de toda vida. En síntesis, aquellos que se comportan bárbaramente, que comenten "barbaridades", no encajan precisamente en la vida social. 

Habiendo descripto que entendemos por civilidades y barbaridades debemos aclarar que no se encuentran, como en el imaginario moderno, en dos lugares o tiempos diferentes sino que conviven aquí y ahora, en nuestras casas, nuestras calles, nuestras escuelas, nuestros gobiernos, nuestras ciudades, nuestras naciones y, obviamente, en nuestro mundo. El solipsismo impenetrable del sujeto moderno se encuentra a manera de ejemplo práctico en nuestro mundo actual. El egoísmo hedonista cortoplacista se ha vuelto moneda corriente en nuestros días. Aquello que antes era excepción es ahora regla. Los que tenemos la posibilidad de interactuar...
...a menudo con jóvenes en las aulas vemos esto diariamente y alarmantemente en crecimiento. En las escuelas, segundo lugar de socialización, están llegando niños y jóvenes que carecen, no ya de los conocimientos o valores mínimos para vivir en sociedad, sino de los hábitos y conductas elementales para comportarse e interactuar con otros. Esto se está haciendo cada vez más patente hasta en los niveles más altos del sistema educativo, y esto no es ya una cuestión de motivación, metodología, estrategia, o adaptación de contenidos. Casi con certeza nos aventuramos a decir que esta es la raíz, sino al menos un factor importante, del desgaste docente, factor que además impacta fuertemente en la vida social. 

Algo no funciona, tal vez el modelo de raíz moderno es obsoleto, pero la alternativa que tenemos por ahora es la ley de la selva, el "estado de naturaleza" hobbesiano, la ley del más fuerte, la anarquía, la guerra de todos contra todos. Una alternativa bastante sombría a nuestro parecer. Algo está fallando, la escuela es seguramente un elemento a considerar. No obstante, la primera “escuela” no es la institución educativa sino la familia. Curiosamente es en la familia donde se deben aprender los primeros hábitos sociales y es aquí donde hay algo que no está dándose, por lo menos como antes. Será cuestión de repensar también a la familia, célula básica y fundamental de la sociedad. Si la familia no funciona no podemos ni siquiera pensar en una sociedad, en una comunidad humana. Deberíamos repensar que conductas o hábitos sociales tenemos en nuestros hogares, o ¿es que nuestros niños y jóvenes se están educando “salvajemente” solos, “creciendo” espontáneamente como plantas del campo frente al cálido abrazo de una pantalla, como un árbol sin tutor? El árbol crece igual, pero no con la misma fuerza, con las mismas posibilidades, con el mismo futuro. 

Los pequeños egoístas que está produciendo nuestra sociedad están destinados necesariamente al conflicto ya que su principal y única preocupación no es otra que ellos mismos. En una sociedad donde no hay derechos y obligaciones sino que todos son derechos para mí y obligaciones para los otros, existe solo la violencia, no hay futuro y verdaderamente no hay sociedad. La pregunta sería, ¿estamos todavía a tiempo? Digamos solamente que la esperanza es lo último que se pierde. Pongamos entre todos, cada uno desde su lugar, un granito de arena para construir un mundo mejor, aunque sea un poco más civilizado. 


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