Hiperconectados e incomunicados.

Tema trillado si los hay en los últimos tiempos. Tratemos de pensar nuevamente sobre esto aportando nuevas perspectivas al asunto. Vivimos en una sociedad ávida de conexión. Gracias a los avances técnicos es posible comunicarnos en tiempo real con cualquier persona o grupo de personas ubicadas en cualquier lugar del mundo ya sea por teléfono, teleconferencia, teléfono móvile o internet. Estamos a un clic de distancia. 

En los últimos años han hecho furor en internet las redes sociales como Facebook o Twitter, y antes, los sistemas de mensajería instantánea tales como Messenger o GTalk. Como nunca antes en la historia de la humanidad el hombre puede entablar “diálogo” con gente que ni conoce, y lo más probable es que nunca conozca personalmente. 

Es posible observar también una suerte de exhibicionismo cibernético. Gran parte de la gente que utiliza estas herramientas de conexión tiende a exponerse, a decir que es lo que siente, que es lo que hace, que es lo que piensa, etc. Y junto con este exhibicionismo cibernético existe necesariamente un voyerismo cibernético, es decir, aquellos que ven y consumen todo lo que los otros escriben sobre su vida “privada”. Es como si el concepto de “privado” se hubiera transformado en "privado de privacidad", aunque por propia elección. 

Ahora bien, ¿Por qué esa necesidad, observable sobre todo en los más jóvenes, de exponerse a la vez que mirar a los demás? Reconozco que la primera respuesta fácil sería simplemente: compartir buenos momentos con los amigos y conocidos. Pero, ¿no será también una forma de buscar reconocimiento? ¿Una pequeña cuota de fama? Y, ¿es esto verdadera comunicación o son simplemente monólogos multimedia?

Cuestión complicada. En resumidas cuentas la pregunta sería: ¿Qué necesidad? O dicho de otra forma, ¿Por qué? No niego la maravilla de los avances científicos, al contrario, los aprovecho. Sin ir más lejos este blog. Pero que la herramienta exista no implica que no pueda pensar porque existe y porque quiero usarla. 

No es casual que haya elegido como título de este post: Hiperconexión e incomunicación. Nunca antes el hombre había estado tan conectado con los demás hombres, o si se prefiere, con toda la humanidad. Los nombres de inter-net y redes sociales están pertinentemente colocados. Pero que estemos conectados no significa necesariamente...
...que estemos comunicados, aunque quizás esta haya sido la intención, implícita o no, de la creación de estas herramientas. 

Cometeríamos un error grave de interpretación a la hora de reflexionar sobre este asunto si olvidáramos nuestro lugar en la historia. Somos productos históricos. Nuestra historia nos constituye y nos ha hecho quienes somos. Somos lo que somos por lo que fuimos. Esto es innegable. Y un elemento constitutivo de nuestra historia es la reflexión en torno a la noción de sujeto. Somos herederos de la comprensión moderna de esta noción. Pensemos en Descartes donde todo comienza y recordemos el problema de la incomunicabilidad de las sustancias (res extensa o idea de materia y res pensante o sustancia pensante). 

El hombre se quedó solo. Solo consigo mismo. Muchos pensadores de distintas áreas del conocimiento han planteado esto. El hombre está solo y esta soledad no es meramente física, sino espiritual. Por más acompañado que esté se siente solo. De allí su necesidad de tender puentes hacia la alteridad, hacia el otro que está ahí pero que, o no es visto, o es visto como obstáculo, o es visto como cosa útil. Esta es nuestra tragedia actual. El hombre quiere ser visto y por esto se expone. Quiere trascender el solipsismo, salir de la burbuja en la que ha sido encarcelado por propia voluntad. ¿Se logrará por medio de la hiperconexión? No lo creo. ¿Ayudará? Tal vez. Queda abierto el debate. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jean-Paul Sartre, ser-en-sí y ser-para-sí

Agora (2009). Filosofía, religión y género.

El "ser para la muerte" en la filosofía de Martín Heidegger