Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling

Fichte, filósofo idealista alemán nacido en la ciudad de Rammenau en 1762 y fallecido en la ciudad de Berlín en 1814, continuó con los planteos de Kant y fue precursor de Hegel.  

Para este autor la “cosa en sí”  planteada por Kant es inaceptable ya que limita la razón y la libertad del hombre. De esta forma dirá que es posible prescindir de la realidad o del mundo como mera sensación  optando por los contenidos de la conciencia, es decir, del yo. Los contenidos de la conciencia son la ciencia del mundo, en otras palabras, el conocimiento del mismo yo que deduce, desarrolla y dota de razón a la realidad. 

El “yo” es absolutamente primero, por esto se nomina a la filosofía de Fichte como idealismo del Espíritu Subjetivo, en contraposición al idealismo del Espíritu Objetivo de Schelling y al idealismo del Espíritu Absoluto de Hegel. Decíamos entonces que el “yo” es además condición de posibilidad de todo conocimiento conociéndose a sí mismo como producto de sí. El “yo” es acción, se hace, y en este hacerse se conoce y conoce el mundo que no es otra cosa que identidad. Sujeto es igual a objeto. El “yo” se autoposiciona como no yo, como yo finito, pura acción , libertad absoluta y pura voluntad sin determinación. Como consecuencia de esto obtenemos una supremacía de la Razón práctica por sobre la teoría, siendo la acción la que funda el conocimiento.  

De la misma manera que el conocimiento depende del “yo”, la moral estará íntima y necesariamente ligada a la pura voluntad de hacerse del sujeto cuyo fin será su autorrealización. La moral será única para cada sujeto reduciéndose a un sentimiento inmediato de su deber. El no yo, es decir el objeto, será un obstáculo a ser superado a la vez que posibilidad de dicho movimiento de superación. 

En cuanto a la religión, Dios, como ser infinito será inalcanzable por el yo finito.
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Schelling, alemán e idealista al igual que Fichte, nació en 1775 y murió en 1854. Así como Fichte reflexiona en torno a la noción de sujeto, “yo”, Schelling lo hará en torno a la noción de naturaleza, el Espíritu Objetivo. 

Este filósofo dirá que la conciencia, identidad entre sujeto y objeto, es el principio de todo saber. Schelling tratará de sintetizar el absoluto subjetivo de origen criticista de Fichte y el absoluto objetivo de origen dogmático de Spinoza. De esta manera dirá que el Absoluto es la identidad entre sujeto y objeto, entre espíritu y naturaleza. Dicha identidad se encuentra regulada por una armonía preestablecida entre pensamiento y realidad.

Ahora bien, por ser identidad, espíritu y naturaleza gozan de la misma realidad y por lo tanto el mismo lugar en la filosofía. La filosofía trascendental se encargará del espíritu teniendo como objetivo alcanzar la naturaleza partiendo del espíritu. El espíritu es naturaleza invisible, dirá Schelling, que determina el objeto. Yo – no yo – puro yo o abstracción trascendental. La filosofía de la naturaleza intentará alcanzar al espíritu partiendo de la naturaleza, ya que la naturaleza es espíritu visible, la máxima exteriorización del espíritu. Espíritu y naturaleza son ambos espíritu, el primero invisible y la segunda visible, pero espíritu al fin. En estas formas el espíritu se hace presente a sí mismo en la conciencia humana. 

Entre la filosofía trascendental y la filosofía de la naturaleza Schelling coloca la filosofía del arte. La filosofía del arte es importante en cuanto a la reflexión de la obra de arte. Esta es la plena objetivación del yo como identidad sujeto-objeto, es identidad de espíritu y naturaleza de manera inmediata, identidad de conciencia-inconciencia o de ideal-real. La conciencia aprehende la realidad como identidad y la apariencia como diferencia. 

En cuanto a la religión, Schelling dirá que el Espíritu Divino crea la naturaleza como reflejo suyo. No olvidemos que sigue rigiendo el principio de identidad. Por lo tanto la naturaleza será igual al espíritu, y lo finito será igual a lo infinito desde la perspectiva del Espíritu Divino cuya libertad es absoluta e incondicionada a la vez determinada por la necesidad. Una de las paradojas del pensar moderno. Al ser libertad absoluta el Espíritu Divino será una voluntad irracional marcada por una indiferencia pura. 

Así es que surgirá la filosofía positiva como sustitución de la fe por la razón, de la “mitología” por la revelación iluminada por la razón, que no es otra cosa que la ilustración.  

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