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Mostrando entradas de abril, 2012

¿Por qué la unidad y no la multiplicidad?

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Si tuviéramos que ubicar como paradigmas a la unidad y a la multiplicidad en la historia de la filosofía, podríamos hacerlo de la siguiente manera: A la unidad la atribuiríamos necesariamente a las edades históricas de la filosofía antigua, medieval y moderna, mientras que a la multiplicidad debiéramos ubicarla en la edad contemporánea. A lo largo de las diferentes épocas el ser humano, a grandes rasgos, ha tratado de encontrar la unidad en la multiplicidad , el orden en el caos, que le permita conocer y comprender la realidad para, en última instancia, poder transformarla. ¿Cuál será entonces la razón por la cual los pensadores de las últimas décadas o del último siglo han tratado, o han optado por la multiplicidad ? A mi entender, detrás de esta opción se encuentra la comprensión del entramado de poder subyacente a todas estas unificaciones de lo múltiple. Quizás nunca mejor expresado que en la sabiduría popular, a saber, "la unión hace la fuerza". La unidad es poder ,

Un ejemplo del drama humano, Dédalo e Ícaro

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Se cruzó hace un tiempo en mi camino la historia de Dédalo e Ícaro y me llevó a reflexionar sobre algunas cuestiones, a mí entender, bastante interesantes, relacionadas con la filosofía. Comencemos primero por decir quiénes fueron Dédalo e Ícaro. Ambos son personajes pertenecientes a la mitología griega como Prometeo y Epimeteo, Hércules, Paris y Helena, etc. Dédalo era un famoso arquitecto e inventor que, según se decía, había aprendido sus artes de la mismísima diosa Atenea. Vale decir que Atenea era la patrona de Atenas, de allí el nombre de esa ciudad que se conserva hasta nuestros días, y era considerada la diosa de la sabiduría, la civilización y la guerra, entre otras atribuciones. Recordemos también algo del mito de Prometeo y Epimeteo que, en un acto de justicia Prometeo le roba el fuego a los dioses, a Hefesto y Atenea, para dárselo a los hombres. Fuego que simboliza la razón y la técnica, en última instancia, la sabiduría y la ciencia. Volviendo a Dédalo, este era ate